Resumen:
Aunque la idea de la Inteligencia Artificial (IA) se remonta a 1943, con el trabajo de
McCulloch y Pitts, fue John McCarthy quien acuñó el término en la conferencia de Dartmouth
en 1956. El objetivo fundamental consistía en desarrollar dispositivos automatizados o
máquinas capaces de ejecutar tareas propias del razonamiento humano, especialmente en los
campos de la informática y las matemáticas (1).
La inteligencia artificial (IA) se entiende como un campo de la ciencia y la ingeniería,
dentro de las ciencias de la computación, cuyo propósito es desarrollar máquinas capaces de
imitar la inteligencia humana. Esto implica dotarlas de la capacidad de razonar, tomar
decisiones, reconocer objetos y resolver problemas complejos. En términos generales, la IA
estudia la comprensión computacional del comportamiento inteligente y, al mismo tiempo,
busca la creación de algoritmos y artefactos que sean capaces de reproducir funciones
cognitivas propias del ser humano.
En la actualidad, el alcance de la inteligencia artificial abarca áreas tan variadas como
la economía, los videojuegos, la telefonía móvil, la atención sanitaria y el sector automotriz. La vinculación entre la inteligencia artificial y la medicina se estableció en la década de
1970, con el surgimiento de proyectos pioneros como el computador experimental
desarrollado en la Universidad de Stanford para aplicaciones médicas y los primeros sistemas
expertos.
Desde entonces, la inteligencia artificial ha encontrado aplicación en diversas
especialidades médicas, incluyendo radiología, dermatología, neurología, oftalmología,
oncología, cardiología, genética, medicina de urgencias y el diseño de fármacos. El
impacto de la IA en el sector sanitario ha sido particularmente significativo, contribuyendo a
la reducción de complicaciones posoperatorias, el mejoramiento de la calidad de vida de los
pacientes y la disminución de procedimientos innecesarios