Resumen:
El nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, que afecta a la salud humana está provocando efectos devastadores en términos de morbilidad, mortalidad e impacto económico. La mayoría de los candidatos vacunales están dirigidos a la proteína S (spike), que es un blanco para lograr la neutralización del virus mediada por anticuerpos que evitan su entrada en la célula huésped (Begum et al. 2020; Wang et al. 2020). Dichas formulaciones contienen la proteína S completa y se basan en vectores virales o virus inactivados.
Un aspecto crítico en el diseño de las vacunas contra SARS-CoV-2 es la inducción de respuestas humorales neutralizantes, para lo cual se emplean vacunas formuladas con antígenos específicos (por ejemplo, péptidos sintéticos) que permiten focalizar la respuesta en los epítopos específicos que promueven la producción de anticuerpos neutralizantes.
El uso de nanomateriales en tales formulaciones previene la degradación enzimática prematura del péptido y promueve la captación del sistema antígeno-acarreador por las células dendríticas (CD), lo que facilita el drenado hacia ganglios linfáticos (Jia et al. 2017). La eficacia terapéutica de un sistema basado en nanopartículas depende de la elección adecuada tanto del nanoacarreador como del antígeno. El uso de nanopartículas de oro (AuNP) es una estrategia promisoria en este sentido debido a su versatilidad en modificación de superficie con múltiples funcionalidades, su interacción con las células blanco y sus propiedades fisicoquímicas que las hacen ideales en aplicaciones terapéuticas y de diagnóstico (Ahmad et al. 2017).