Resumen:
Al adentrarse en el estudio de la historia del arte, se observó que algunas de las actividades realizadas por las personas que habitaban el territorio mexicano durante el siglo XVIII, eran de cierta forma estandarizadas en las pinturas de la época, es decir, su forma de vestir, salidas a pasear, acudir a la iglesia, realizar compras, la convivencia diaria, el uso de objetos o accesorios, entre otras cosas y actividades, eran representativos para distinguir ciertos sectores sociales, manifestando la diferencia de clases y el proceso de mestizaje que se vivía en México como lo diría Brading,1 “es un período no solo de ocupación por parte de la Nueva España, es el período en el que es importante entender las conexiones familiares y de origen regional, la vida cotidiana que resultó de los movimientos de la Conquista, el reordenamiento del estatus en las esferas de las clases sociales (representadas sea de manera real o imaginaria en las pinturas de castas) y sobre todo conocer lo que sucedió en el interior del núcleo familiar considerando a la mujer como guía de ese desarrollo.”
Así, lo cotidiano se volvió un objeto de estudio a abordar, para poner de manifiesto algunos de los elementos que permitan entender en algunos aspectos la evolución del México actual, a partir de la representación y el papel del género femenino en la sociedad, por tal motivo, se retomó como unidad de análisis algunas pinturas de dicho siglo para ser analizadas, con la finalidad de encontrar algunas comparaciones con la época actual.