Abstract:
eN la PRiMeRa década del siglo xx, México era un polvorín en potencia. El régimen de Porfirio Díaz estaba como su persona: an- quilosado, esclerótico y caduco. A lo largo y ancho del país exis- tía un feudalismo controlado por las haciendas que disponían del apoyo (político, militar y económico) de la dictadura, con simulada apariencia «democrática». La democracia nunca ha existido en el país. Los poderes fácticos de las élites económicas, la alta jerarquía de la Iglesia Católica y el aparato represor del Estado siempre han detentado el poder y, en esa época habían formado una plutocracia en contra de los intereses de la inmensa mayoría de ciudadanos so- metidos a la esclavitud de la pobreza.La situación de San Luis Potosí concuerda con la historia de sus gobernantes. El 80% de los 627,000 potosinos que habitaban en el estado, vivían en el campo. El 98% de las familias del medio ru- ral carecían de tierras. Los hacendados con propiedades de más de mil hectáreas representaban sólo el 0.01% del total. Seis haciendas abarcaban una superficie de casi un millón de hectáreas. Los ha- cendados constituían una aristocracia que detentaban un inmenso poder. San Luis Potosí estaba regido por un pequeño círculo de familias y parientes de los Barragán, relacionadas con vínculos eco- nómicos, políticos y matrimoniales.Después de la promulgación de la Constitución de 1917 y del pe- ríodo carrancista, los hacendados que permanecieron en México, dueños de la riqueza y en muchos casos también del poder, logran atraer y cooptar a los generales triunfadores y a revolucionarios de origen bajo y los asimilan; pues éstos, al conocer y probar las mieles de la buena vida, las oportunidades de los negocios y las ventajas del poder económico, se integran con facilidad a la clase dominante, en muchos casos uniéndose en matrimonio con las hijas de este segmento social, con las ventajas de pertenecer a la burguesía grande o pequeña que prevaleció después del movimiento revolucionario, compartiendo las propiedades que subsisten al reparto agrario que se realiza en forma institucional hacia fines de las tercera y cuarta décadas del siglo XX, y con el presidencialismo, a partir de 1940, con sus perversas bases de corrupción, impunidad y farsa pseudo democrática, vestido con las galas del engaño y el mito de la Revolu- ción inacabable, males que gozan de cabal salud hasta nuestros días.
La degradación moral y la miseria humana vigentes en nuestro tiempo han sentado sus reales en contra de los ideales juaristas y de los miles de revolucionarios que murieron en la búsqueda infruc- tuosa de la justicia social, del respeto al sufragio efectivo y de una menor distancia entre ricos y pobres.
Nuestra clase política vive en un tobogán de cinismo y simula- ción sin límites, tutelados desde siempre bajo la mirada vigilante y la mano intromisora de los «Henry Lane» y de los poderes fácticos, enemigos de siempre del pueblo y de la patria.
Dentro de este cuadro de tristezas, traiciones y conveniencias se desarrolla esta pequeña historia, sobre la vida de una familia, como hubo muchas, que creyeron y vivieron en una Revolución que se convirtió durante todo un siglo en una mula de noria.