Resumen:
El inicio del siglo XX trajo consigo un crecimiento económico que requirió de un aumento en la producción de metales básicos. Para ello se establecieron en México a finales del siglo XIX y principios del siglo XX una serie de fundidoras para refinar metales como Pb, Zn, Cu, Ag, y Au entre otros. Algunas de estas fundidoras tuvieron un ciclo de vida entre 20 y 40 años, al final del cual el complejo industrial y los residuos generados durante su producción fueron abandonados.
Estos sitios son considerados como pasivos ambientales metalúrgicos, por tal motivo se les considera una deuda que las empresas dejan a la comunidad donde operaron, ya que, de acuerdo a la definición, es cuando el suelo, subsuelo y acuíferos han sido contaminados, a causa de las instalaciones, efluentes, emisiones, restos o depósitos de residuos producidos por procesos de extracción, recuperación y/o refinación de metales, tales como procesos de fundición o extracción hidrometalúrgica, y que en la actualidad se encuentran abandonados o inactivos, y que constituyen un riesgo permanente y potencial para la salud de la población, el ecosistema circundante y la propiedad...